Tampoco es que hayan estado cruzados de brazos durante estos meses: J. viajó con su recién descubierto padre al desierto egipcio buscando la mítica Joya de Ahmenemhat, codiciada por muchos millonarios esotéricos amantes de la libertad. M., por su lado, se vio involucrado en una red de espionaje político y, después de muchas peripecias, vio su corazón reemplazado por una batería eléctrica Dawson Ltd.
Ambos han salido de sus respectivas aventuras con heridas superficiales, dolencias de grado medio y serios traumas psicológicos, por lo que están en las condiciones idóneas para retomar The Filmodrome con mucha más potencia, más reflexiones profundas y más referencias a una sala de operaciones china.
Nos vemos en el cine. Mañana. A las ocho. ¿Vale?
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